por ANA JULIA CARVAJAL
Diseñadora Industrial y directora general de Polen Arquitectura de Paisaje. @polenpaisaje
Orgullosamente, formo parte en este mundo del paisajismo en México en los últimos 15 años y desde mi práctica profesional hasta de lo que he sido testigo de ver en nuestro país respecto al mundo creativo y al mundo del paisaje, me atrevo a decir que sí ha habido una gran transformación. Es verdad que hace 20 años, teníamos a grandes íconos que hacían paisaje; eran pocos y eran los que abarcaban la mayoría de los proyectos que sí buscaban esta disciplina. Hace 15 o 10 años, oír de paisajismo era algo remoto, un nicho emergente que apenas tomaría fuerza en nuestro país, debido a que la práctica cotidiana para hacer un jardín era, la mayoría de las veces, a través de un jardinero. Antes no se buscaba un profesional que le diera una verdadera estructura y diseño a la propuesta de un área verde. El paisajismo, actualmente, es una capa rectora dentro de un proyecto, lo que ha enriquecido más las prácticas colaborativas e interdisciplinarias. Hace 20 años había una tendencia más formal, ordenada, recortada, controlada, con setos y el uso de una misma especie en grandes extensiones. Más tarde vivimos un momento de mucho ruido y atención hacia prácticas de naturación de azoteas verdes y muros verticales; de crear sistemas artificiales donde se lograra hacer crecer vegetación con la intención de mejorar la calidad de vida de las grandes ciudades; después, los ojos giraron en torno a especies más sueltas como las gramíneas, lo que poco a poco permitió una práctica más “natural”, una tendencia más salvaje, inclinada más hacia el naturalismo que promueve la biodiversidad en las áreas verdes, más responsable con el manejo del agua y de los recursos en general, integrando así el uso de materiales naturales. A mí, en lo personal, más que encasillarlo en un estilo, lo que veo es qué las propuestas tornan en eso, en un aspecto suelto y natural, donde se le da voz a la propia naturaleza.
En México, tenemos la gran fortuna de crecer cercanos a la naturaleza, rodeados de una diversidad asombrosa, porque finalmente la naturaleza es la que nos enseña, nos da la pauta y nos marca el primer paso. Por eso, no es extraño que en nuestro país haya tantos paisajistas reconocidos en el ámbito internacional que han sabido enaltecer la riqueza natural con la práctica formal, y no debe sorprendernos que sigan surgiendo cada vez más paisajistas. El contexto actual lo exige y lo que afrontamos respecto al cambio climático lo hace cada vez más necesario, porque paisajismo hay en todo, en nuestras ciudades, tierras protegidas, terrenos de cultivo, parques, banquetas, camellones, escuelas, lugares de trabajo, incluso nuestras casas. Estamos necesitados de la conexión con el verde, el ritmo de vida acelerado nos obliga también a buscar lugares de pausa y de conexión, queremos estar en contacto con la vida, y con la naturaleza. Estoy convencida de que la práctica del paisajista cada vez tendrá un papel más importante en el mundo. Los espacios abiertos, las áreas verdes, las plantas en sí, nos enseñan a relacionarnos con la naturaleza y con nuestro entorno.
La vida me ha hecho paisajista, y qué bonito es pensar que el hacer paisajismo te permite mantener los pies en la tierra; sí, de forma literal también porque es una manera de siempre mantenernos conscientes de los procesos naturales, de los ciclos de la vida, de los tiempos, de la paciencia y del arte de saber observar.
La naturaleza siempre está presente, porque necesitamos de ella, porque de ella surgimos y nos regresa a nuestros orígenes, y creo de verdad que es ahí donde realmente nos sentimos nosotros.