
Al norte de la Peña de Valle de Bravo, entre acantilados rocosos y vegetación única, Las Rocas emerge como un conjunto de cuatro casas integradas armoniosamente al entorno natural. El terreno de 6,400 m² colinda con una reserva natural protegida, factor determinante que impulsó una propuesta basada en el respeto, la comprensión y la regeneración ambiental.
Proyecto arquitectónico y diseño de interiores:
Ignacio Urquiza y Ana Paula de Alba.
Equipo de diseño: Michela Lostia, Ana Laura
Ochoa, Anet Carmona y Sacha Bourgarel.
IG: @ignaciourquiza.mx | @apda.mx
Ubicación: Valle de Bravo, Estado de México.
Año: 2022.
Área construida: 3,200 m2.
Fotografía: Onnis Luque.


El estudio del sitio requirió un proceso lento y meticuloso para identificar los espacios adecuados para las viviendas, minimizando la afectación a las rocas, la vegetación y los escurrimientos existentes. El acceso se realiza mediante una pequeña calle empedrada que desemboca en una plaza distribuidora donde se concentran servicios como estacionamientos, bodegas, cisternas y plantas de tratamiento. A partir de allí, los usuarios abandonan sus vehículos para recorrer veredas, escaleras y plazoletas, creando una desconexión inmediata del contexto urbanizado. El concepto arquitectónico parte de un sistema dinámico de módulos que permite generar diferentes configuraciones para cada ubicación. Las áreas sociales –sala y comedor– destacan por una ventana en esquina creada por un cantilever de 5 por 10 m, que conecta el interior con el exterior, relacionando los ambientes de manera directa.




Los recorridos van hilvanando la arquitectura con su contexto, de modo que lo construido se adapte al sitio y no al revés.

Esta separación entre módulos crea vacíos, vistas, entradas de luz y ventilaciones que facilitan la integración con el sitio. Debido a esto es que un baño puede ser una piedra, un árbol ser parte del techo o el propio terreno servir de andador o escalera; la naturaleza es el eje rector que marca los lineamientos del proyecto. El proceso de diseño comenzó con la creación de módulos independientes que posteriormente se trazaron en el sitio hasta encontrar su ubicación óptima. Una vez posicionados, se colocó el mobiliario, se definieron puertas y ventanas, y se conectaron mediante un pasillo que funciona como elemento de circulación horizontal y vertical.

Este eje adopta dimensiones y niveles de acuerdo con la posición de cada volumen, hilvanando la arquitectura con su contexto y permitiendo que lo construido se adapte al sitio y no viceversa. El contraste entre volúmenes cerrados y pasillos abiertos genera distintas sensaciones al habitar estos espacios: contención, en las áreas de descanso y conexión directa con la naturaleza en las circulaciones, al tener una relación directa con la vegetación y las rocas del lugar. El pasillo, además de conectar, capta la luz del sur y el calor, modulando la temperatura interior gracias a las sombras generadas por la peña y la orientación norte de las casas.

En Las Rocas un baño puede ser una piedra, un árbol ser parte del techo o el propio terreno servir de andador o escalera: la naturaleza es el eje rector que marca los lineamientos del diseño.







Este gesto elimina la duplicidad de programa común en las casas de campo de Valle de Bravo, convirtiendo estos espacios en elementos principales y evita que las habitaciones queden en desuso. Con un muro corredizo, la cocina se puede conectar con las demás áreas sociales al encontrarse todos en el mismo espacio. Las terrazas, diseñadas in situ y de último, se adaptaron al contexto para integrar el paisaje y difuminar los límites entre lo construido y el entorno.



Las cuatro casas comparten los mismos módulos y componentes, pero presentan acomodos distintos en respuesta a sus características específicas. Los volúmenes se mueven en seis direcciones adelante, atrás, arriba, abajo, izquierda, derecha para resolver situaciones exactas del terreno.



Las viviendas se caracterizan por su simpleza, el espacio construido es silencioso para dejar que el contexto siempre aparezca en primer plano.

El acabado exterior en estuco gris claro iguala el tono de las rocas vecinas, complementado únicamente por piso de piedra busardeada y cristales al paño exterior que iguala la textura lisa de los muros y reflejan los alrededores. Esta paleta cromática resulta en una arquitectura discreta y sobria donde la composición de volúmenes logra una sensación de ligereza, manteniendo la vegetación y la naturaleza como protagonistas. El diseño interior, a cargo de Ana Paula de Alba, responde a las necesidades específicas de cada familia, al dotar a cada vivienda de un carácter único resultado de la sinergia entre usuario, arquitectura y contexto.
