El Pinar 120 años de grandeza

El Pinar 120 años de grandeza

LA RESIDENCIA DE ESTILO NEORRENACENTISTA ITALO-FRANCÉS,
ÍCONO DE MÉRIDA, ABRIÓ SUS PUERTAS EN 2022, AHORA COMO SALA
DE RECEPCIONES Y MUSEO. A TRAVÉS DE VISITAS GUIADAS PREVIA
CITA, EL PÚBLICO EN GENERAL PUEDE CONOCER LA AMBIENTACIÓN
DE UNA MANSIÓN AL ESTILO EUROPEO DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX.

Inspirado en las corrientes “Belle Epoque” y “Art Noveau”, “El Pinar”, llamado coloquialmente así por las hileras de pinos cipreses que rodeaban la construcción a principios del siglo XX, guarda un estilo ecléctico en cada uno de sus espacios. Recibe un vestíbulo poco común en las casas yucatecas, ya que se cree que el plano de la construcción fue traído de Europa, continúa hacia un distribuidor de la planta baja, donde muebles estilo imperio francés napoleónico se coronan por una lámpara de baccarat, de las primeras de la historia. En el ala sur de la propiedad se ubica una entrada alterna, que se cree era el acceso para los carruajes, ya que cuando fue construido “El Pinar” casi no había vehículos motorizados. Ahora se dispone ahí una sala estilo Luis XVI, al igual que en la habitación contigua, recibidor para la recámara de visitas en planta baja. Una oficina con muebles modelos Chesterfield se ubica en el ala citada, donde un óleo del “USS Constitution” y un marlín disecado dan a notar la afición por la náutica de la última persona en vivir la mansión.

Destaca en el ala norte un piano Bluthner, así como un espejo de Rocauille del siglo XVIII, que se cree trajo gente de la corte de la emperatriz Carlota cuando visitó Yucatán en 1865, con el fin de acondicionar los espacios en los que se iba a hospedar tan distinguida dama. También se denota una hermosa ánfora pintada a mano por Poitevin, decorada con ribetes embozados en oro de inicios del siglo XIX, que perteneció a la Casa Espinosa Castellanos.
Han existido tres comedores en los casi 120 años de la historia de “El Pinar”, y los que han conocido todos dicen que el actual es el más impresionante, ya que dispone de 16 sitios y 20 sillas, además de la mesa imperial de estilo neoclásico, periodo Jacobino del norte de Francia, tallado en roble con motivos naturales, animales, humanoides y florones. Destaca el techo, que contrasta por los tonos oscuros que no abundan en la casa, con molduras de conchas, frutas y flores.
La escalera nos lleva al primer piso, donde una sala para fumadores estilo Luis XVI distribuye a las habitaciones, una de ellas ambientada con el mismo estilo, que incluye coqueta, ropero, shifonnier o cómoda, y zapatera, además de piecera, cabecera y sólo un buró, ya que en ella habitaba una sola persona.
Los pisos de la recámara destacan porque son de pasta, a diferencia de toda la mansión, en la que se aprecia mármol de Carrara procedente de Italia, misma nacionalidad de las lámparas elaboradas con cristal de murano de Venecia y que se encuentran en varias partes de la casa.

El ático de “El Pinar” es poco común en Mérida, ya que al no ser lugar de frío, no se le dio un uso específico, más que ornamental y como bodega. Se encuentra al interior, hecho de madera de pino esmaltado en verde Tiffany, a contraste con el verde grisáceo de la teja de pizarra francesa que está al exterior. Las cornisas fueron traídas de Filadelfia, Pensilvania, Estados Unidos.
En 1991, se construyó en el ala sur una Sala de Juegos, cuya fachada es una réplica de “El Pinar” con estatuas de diosas griegas hechas de mármol representando a las cuatro estaciones del año, que dan la bienvenida al espacio, y cuyo interior dispone de mesa para juegos y una sala para convivencia, así como barra de mármol de Carrara y un piano Steinway. Mosaicos blancos componen la cocina hecha de dos naves y una tercera adicional para acceder al elevador que comunica al primer piso, así como al comedor.
En su historia, “El Pinar” ha sido propiedad de cinco familias, de las cuales sólo tres la han vivido. Quien más tiempo la habitó fue la familia Peón Rosado, de 1926 a 1974. “El Pinar” dejó de habitarse en 2014, aun así, los propietarios actuales decidieron conservarla de la misma manera que la tuvieron sus últimos moradores, por lo cual es una auténtica cápsula del tiempo para quienes desean conocer los usos y costumbres de la Mérida de ayer.

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