En ocasiones, he estado involucrada en proyectos de diseño de interior, en donde los propietarios atesoranantiguedades como lámparas, relojes de pie, maceteros... en fin, objetos que tienen un gran valor, pero no necesariamente material, sino uno muchos más importante: el sentimental.
Diseño: Ambientes DC, Fotografía: Iván Cabrera.
Hablando específicamente de lámparas, pienso que siempre son un perfecto toque de clase y elegancia en cualquier estilo de arquitectura y, como tal, se le debe dar un lugar especial y con esto me refiero a ese punto focal del espacio, a ese remate visual de un corredor o a esa doble altura, por mencionar algunos ejemplos.
El tamaño de la lámpara debe ser proporcional con el espacio en donde se ubique: si es una pieza pequeña, colócala en algún rinconcito en conjunto con una mesa de diseño especial, pues permite pueda ser vista de cerca para admirar sus detalles. En cambio, una lámpara de grandes dimensiones debe situarse en un espacio igualmente amplio para que se pueda admirar desde diferentes puntos alrededor.
En todo caso, la altura debe ser tal que no sea necesario forzar el cuello para mirarla, y esto también va en relación con la distancia desde la cual se puede comenzar a ver. Como bien dicen, la elegancia no es cuestión de moda y esto aplica perfectamente para estos elementos de luz cuyo valor trasciende las generaciones y son piezas que provocan temas de plática acerca de recuerdos, historia y arte.
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