Una esquina, en un cuarto piso, que se abre por completo para, momentáneamente, crear la ilusión de una casa de árbol en el corazón de La Condesa. A través de múltiples macetas con alta vegetación en el departamento, logra conectar el exterior con el interior. La sala, como la parte más pública del departamento, ocupa más de la mitad del área total; un espacio difuso donde la cocina, el comedor y la estancia son uno mismo. La luz que entra por las tardes se filtra a través de un gran filodendro que habita la esquina y baña el espacio de un dorado intenso con el verde que se refleja desde las plantas.

El mobiliario que viste el departamento son principalmente antigüedades que generan un contraste de tiempos y estilos, que dialogan con la gran columna de concreto que carga la esquina. Una bella colección de cuadros y libros se colocó de manera rigurosa, pero simultáneamente parecen estar colocados de manera espontánea, rompiendo con la rigidez del espacio.

Una esquina que flota y se inserta en el corazón de una ruidosa ciudad. Un paréntesis en la vida cotidiana que permite un espacio de tranquilidad y naturaleza.